1. INTRODUCCIÓN
⌅A partir del siglo XVI los viajes y el comercio de enseres entre España y América fueron intensos e incluso los instrumentos musicales, y entre éstos los órganos, fueron transportados desde España y otros lugares de Europa a los territorios coloniales; posteriormente, la creciente demanda impulsó el desarrollo de una fértil lutería americana que permitió el autoabastecimiento.1
Los primeros órganos que se construyeron en América fueron obras de organeros peninsulares que seguían las pautas del órgano renacentista español, cuyas características pueden resumirse en: Un instrumento de 6/7, 13/14, 16 palmos; tubos de fachada encastillados; teclado partido de 42 teclas, con extensión de C1 a La4, y con octava corta;5
Sobre la base de este modelo, los organeros constituyeron escuelas locales que, en su mayoría, tendieron a la conservación de estas tipologías hasta, en algunos casos, bien entrado el siglo XIX; esta situación se observa especialmente en las parroquias de los poblados periféricos, en los pueblos altiplánicos y en las misiones, donde la organería estuvo en mano de artesanos indígenas y se adaptó a las realidades locales. En estas parroquias los órganos eran generalmente de 6 palmos, carecían del flautado de base y tenían una sonoridad más brillante; es probable que esta característica sea la razón de la necesidad de combinar órganos con arpas y bajones para la realización del continuo.7
En la región centro andina, la construcción local de órganos empezó hacia fines del siglo XVI.8
En cuanto a los músicos, si bien en las catedrales, los principales cargos, como maestros de capilla y organistas, eran ocupados por criollos o españoles,12
Las regiones que configuran actualmente al Norte Grande chileno como Arica Parinacota y Tarapacá, pertenecían al Virreinato del Perú. Para la época republicana, éstas constituyeron el extremo sur del Perú hasta la guerra del Pacífico (1879-1884) cuando fueron anexadas al estado chileno. Los territorios mencionados han sido considerados históricamente como enclaves periféricos, contexto que se debe en parte al carácter fronterizo y a la particular topografía desértica que los distingue (Figura 1).14
Ciertamente, la presencia del desierto de Atacama y del altiplano andino ha jugado un rol preminente en la definición de estrategias comunicativas y en la creación de vías agibles para el comercio, al mismo tiempo que ha contribuido a la definición de un área cultural andina que comprende también parte del sur del Perú, el altiplano boliviano y el norte argentino. Desde el punto de vista económico, la ciudad de Arica fue, durante la Colonia un importante puerto de salida del comercio de la plata; mientras que, en la región de Tarapacá, el descubrimiento de la veta de plata del mineral de Huantajaya a mitad del siglo XVIII y el desarrollo posterior de la industria salitrera, entre los siglos XIX y XX, impulsaban el florecimiento de la economía local y canalizaban los intereses de los agentes políticos del momento.15
En cuanto a la organización eclesiástica, estas regiones fueron incluidas en la diócesis del Cusco hasta 1613, momento en que se creó el obispado de Arequipa. La ciudad de Arica, que fue el único pueblo de españoles, se erguía como curato rectoral de la cual dependían las parroquias de indios o doctrinas. A comienzo del siglo XVIII éstas eran las siguientes: Codpa, Tarapacá, Pica, Camiña y Sibaya con sus relativos anexos; en 1777 Belén se separó de Codpa y se creó una nueva doctrina.16
En esta misma línea, referencias a organistas indígenas aparecen en la documentación etnohistórica para el actual norte chileno. Por ejemplo, en 1813, el cura de Sibaya Gregorio Morales mencionaba los instrumentos usados comúnmente por los nativos señalando que «no tienen inclinación a la música, y aunque conocen algunos de los instrumentos de los que usa el español, como órgano, harpa, biolin, no se les advierte aplicación por lo que no se oie otra que la de la Iglesia».18
De los órganos todavía existentes en el norte chileno se habían registrado hasta ahora aquellos de Mamiña y San Pedro de Atacama (este último se encuentra en la región de Antofagasta, fuera de nuestra área de estudio); ambos son mencionados en el «Sito chileno de órganos de iglesia» y en aquel de la Asociación Tomás de Herrera; esta última se dedica precisamente a la catalogación y estudio de los órganos andinos.19
En vista de estas consideraciones, por medio del análisis de antecedentes documentales que corresponden a diferentes repositorios archivísticos, eclesiásticos y civiles de Chile y Perú, este artículo se propone colmar en parte el vacío de información sobre la presencia y uso de órganos en los templos de las regiones de Arica y Tarapacá (para los siglos XVIII-XIX), territorios que mantenían relaciones administrativas, comerciales y culturales con las regiones del Cusco, Arequipa y La Plata. La pesquisa no ha sido exenta de complicaciones, si pensamos en las dificultades de trabajar con documentación histórica de templos desperdigados en el territorio y que a su vez es bastante escasa, en especial entre los siglos XVI y XVII, cuando se implantó el orden colonial reflejado en la planificación de pueblos de indios.22
Si bien se trata en su mayoría de documentos con carácter de inventario, estas descripciones, junto a las informaciones contenidas en los pocos informes de restauros efectuados en época tardo colonial y republicana, nos permiten delinear algunas de las características básicas de estos instrumentos, definir una línea temporal, cual ha sido el momento de mayor difusión y cuales acontecimientos han determinado el florecer o la decadencia de su uso. Puntualizamos que se trata de una investigación todavía abierta y que podrían surgir nuevos datos documentales por analizar.
Finalmente, un primer y no exhaustivo análisis de los órganos, o partes de éstos, todavía existentes y ubicados en los pueblos de Mamiña, Cariquima, Belén y Parinacota, fruto de las visitas capilares a los pueblos que hemos efectuado durante los últimos diez años, contribuye a enriquecer la información documental.23
Otro objetivo de nuestra investigación ha sido definir en qué medida la población indígena y mestiza de la región protagonizó el panorama organístico para el período estudiado; Si bien se trata en este caso de datos escasos, es cierto que todos apuntan a un resultado positivo, lo cual amplifica la discusión sobre la agencia indígena en las prácticas ceremoniales católicas de los Andes.
2. LOS ÓRGANOS EN LAS IGLESIAS DEL NORTE DE CHILE
⌅No son pocos los datos documentales, principalmente inventarios, que anotan la presencia en los templos de la región de instrumentos musicales, entre los cuales destacan arpas y órganos.24
Hemos organizado el material recopilado en tres tablas, ordenadas por pueblo y fecha y que corresponden a organistas, instrumentos y restauros; seguidas de la descripción y las citas correspondientes. La tabla relativa a instrumentos, la más extensa, se ha ordenado también por parroquia.
2.1. Organistas
⌅El único nombre de organista encontrado corresponde a Bernardo Tolabi «reserbado organista casado con Petrona Albarado tiene por hija a Josefa siega soltera y esta a Josef de 5 años», censado en 1784 como cholo y perteneciente al ayllu de Tarapacá.25
En Arica a comienzos del siglo XVIII, Mario Sánchez Sergado, mayordomo y Maestro de Campo de la Cofradía del Santísimo Sacramento, al momento de entregar el cargo rindió los gastos efectuados entre 1708 y 1718. Entre estos, se consignan los pagos al organista que, junto a otros músicos, se desempeñaba durante las fiestas del Corpus Cristi «para velar al Señor», todos los jueves de Semana Santa y en las misas de renovación de todo el año:
Juebes de la semana en cada un año a 4 pesos al cura […]
Y tambien al Arpistas, Organista y Musicos 1 peso cada dia montan
En dichos 10 años 500 pesos__________________________________U500 pesos
Y tambien 12 misas que se hagan de renovación en cada un año al
Cura 1 pesos que en dichos 10 años montan 480 pesos_______________U480 pesos.
Y tambien por la canturia de Musicos y Arpista y Organista en dichas
Misas de Renovación 1 pesos con 12 pesos cada año y en los dichos
Dies años montan 120 pesos____________________________________U120 pesos.26
Aquí el organista figura acompañado por uno o dos arpistas y otros músicos. Ya en el 1800, en Tarapacá, Sibaya y Pica aparece, junto a organista y arpista, el violinista.
Finalmente, con respecto de los pagos a los músicos, se observa que no siempre éstos se efectuaban en dinero27
Este censo está constituido en el puquio de Comiña. Su primitivo dueño pagaba anualmente a la Iglesia catorce botijas de vino destinadas a celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de María en Pica […] De estas catorces botijas diez eran para el párroco, luces y adornos de la Iglesia; y cuatro botijas se distribuían entre los músicos y cantores […]
Cantora 1 botija
2 violinistas 1 ½ botija
Organista 1 ½ botija […].28
2.2. Órganos
⌅En los inventarios de los templos localizados en el desierto andino, los órganos catalogados son caracterizados por los adjetivos: «mediano», «pequeño», «chico», «corriente» y «regular». Ahora bien, es posible que los órganos «medianos» hayan sido de 6/7 palmos y los «pequeños» de 3/4 palmos. En otro sentido, los términos «corriente» y «regular», sumados a otros cuales: «de regular uso», «descompuesto», «bastante viejo» y «de primera orden» se refieren al estado de conservación de estos instrumentos.
Volviendo al templo de Arica, durante la visita de 1745, el obispo de Arequipa recomendó su refacción, insistiendo «que a la pila baptismal que está separada, y sirbe para este efecto un arco de la yglesia se ponga una reja en la parte que se alla el órgano para que asi estén con seguridad las cosas que se guardan».29
Por lo que concierne la doctrina de Belén, en 1789, en el anexo San Francisco de Socoroma, el clérigo Pacheco de Paneloza, anota como parte de la fábrica del templo «un órgano mediano corriente en el coro nuevo de madera»;34
En cuanto al pueblo de Belén, en 1850 se registraron dos instrumentos, uno en la Iglesia de San Santiago con «el coro con valaustra de madera, bastante maltratada, un órgano con falta de muchas flautas, y un fuelle, la puerta descompuesta»,35
En la precordillera de Tarapacá, el 7 de febrero de 1795 en la doctrina de Sibaya el párroco Ramón de Cáceres informaba al Obispo de Arequipa, José Chávez de la Rosa, que un incendio había devastado la iglesia del Santuario de Sipiza, describiendo el dantesco episodio:
Con gravísimo dolor comunico a V.S.Y. como improvisadamente me sorprendió la infausta noticia de haverse quemado el dia primero de este la Yglesia del pueblo de Cipiza, anejo de la doctrina de mi cargo, en que se venera la ymagen de el Sor Crucificado; en el instante me puse en camino, y hallé que no solo devoró el fuego la techumbre, órgano y demás adornos, sino que aun las paredes padecieron, por ser fabricadas de piedra fina en que hace mucha operación.37
Dos años después, en 1797, el mismo Ramón de Cáceres realizaba los catálogos tomando nota de «en el coro: un órgano regular» en la iglesia de Sibaya y de «un órgano regular con sus fuelles corrientes» en el templo de Mocha.38
En 1865, Francisco Rodríguez, cura interino de la parroquia de Sibaya, ejecutó un recuento de los bienes de las fábricas de los templos precordilleranos. Se anota en Limaxiña un órgano que tiene «dicha Iglesia un coro de madera con dos pilares de ídem sobre dos bases de piedra canteada que lo sostienen y en él un organito pequeño muy destrozado»;42
En el mismo inventario, en Huasquiña se describe a un «un coro de madera y en el un órgano chico de madera nuevo» y en Sipiza «un coro de tabla sostenida por dos pilares de madera sobre bases de piedras y en el un órgano de tamaño regular corriente en regular servicio».44
Las referencias a la parroquia de Camiña corresponden a los registros que se realizaron en los anexos precordilleranos. En Sotoca, en 1808, el cura Gregorio Morales apunta la presencia de un «coro inconcluso afiansado en dos pilares de piedra de cantería casi de una pieza y debajo de el su órgano con su reja de madera» y, en el mismo documento, en 1810 se reporta la existencia en la iglesia de Chiapa de restos de instrumentos destrozados por un incendio «unas planchas y granujo de Estaño de las flautas de órganos y acetre que fue de este metal».47
El instrumento de Sotoca fue inventariado en 1836 por el párroco Calixto Zamora, apuntando que en dicho templo «su coro de madera con tres arcos de cal y piedra, su órgano descompuesto».48
En la parroquia de Pica en 1861, el presbítero José Mariano Ossio anotaba en el libro de fábrica que, en el anexo de Mamiña «al entrar al templo, se presentan dos columnas de madera que sostienen el coro de musico, el que tiene su barandilla, de fierro todo es pintado y nuevo y contiene un organo de regular uso, una arpa corriente y una silla».53
Finalmente, de algunos datos documentales se infiere que, hacia finales del siglo XIX, los órganos de tubos, deteriorados en su mayoría, fueron sustituidos por los más versátiles armonios, estos últimos poseían numerosas ventajas en cuanto a costo, manutención y tamaño; los instrumentos que se conservan actualmente en los templos son testigos de esta situación. Hay que considerar también que la nueva administración chilena, instalada justamente en ese período, se caracterizaba por una ideología ligada a la idea de progreso y modernidad; este hecho impulsó acciones, a menudo violentas y racistas, que borraran el pasado peruano, considerado como atrasado y barbárico, lo que tuvo consecuencias también en los aspectos culturales y musicales.54
El tránsito del órgano al armonio fue un proceso que se dio de manera casi natural, aprovechando muchas veces el estado de degrado de los instrumentos o las consecuencias de algunos desastres naturales, como es el caso del terremoto del 9 de mayo de 1877 que causó destrozos en el oasis de Pica. A raíz de este hecho, y por voluntad del sacerdote español Vilanova, se conformaba una comisión fiscal de fábrica para la reconstrucción de la casa parroquial y de la iglesia. La comisión, reunida en sesión el 27 de septiembre de 1896 y presidida por Luis Silva Lezaeta, decidía la compra de un órgano nuevo. Finalmente, en el acta de la sesión del 1 de enero de 1897, se lee «El sr. Silva dio cuenta de haber comprado un organo – armonica y varios objetos para el culto con valor de 595.36, habiendo dejado en poder del sr. Ocrapo (sic) resto de los 1.011. 75» (Figura 3).55
Los viejos órganos de tubos, sin los debidos cuidados, ya no cumplían con las necesidades de la liturgia. Es así como, el 8 de febrero de 1906, José Soler Avaria, cura de Huaviña, escribía al vicario de Iquique y, comentando el estado de abandono en que versaba el pueblo precordillerano, afirmaba:
Mi querido Prelado:
Ayer termine de celebrar las misas que V.[…] Ima tuvo la amabilidad de encargarme. Ojala me mande algunas mas, que acá nadie se acuerda de las benditas almas, es esta una parroquia sin vida, ni movimiento, nadie nace, se casa ni muere, así que el cura lleva una existencia beatifica, lo malo es que la gente baja continuamente a Huara y acá todo es caro y escaso.
Al catecismo acude 15 niñas y 18 niños, casi todos los del pueblo; yo les doy regalito y les he prometido que el señor obispo les mandará bonitos premios. Mucha falta me hace un harmonium para tocarles algunos cantitos y para que asistan con más gusto, que el órgano que hay acá, no vale ni cinco pesos, y con sus destempladas voces, causa risa, en ves de inspirar devoción.56
2.3. Comuneros andinos refaccionando órganos
⌅En Tarapacá, cabeza de curato e iglesia más importante de la región, sabemos de la existencia de dos órganos debido a los registros de gastos por las reparaciones realizadas en tres ocasiones (1791, 1826 y 1834); misma situación en Huantajaya, cuyo órgano requirió de arreglos en 1820. A este propósito hay que destacar que, durante la colonia, Huantajaya fue un importante centro minero argentífero y especialmente en proximidad de la mitad del siglo XVIII cuando se descubrió la veta principal. A finales del mismo siglo se produjo la merma del preciado mineral y las familias adineradas dirigieron sus intereses a la extracción del salitre, que se convirtió pronto en el motor económico de la región.57
En cuanto a quienes asumían las labores de reparar, refaccionar y arreglar los órganos de los templos localizados en el desierto y cordillera del norte chileno durante la Colonia y siglo XIX, los documentos enuncian que, en 1791, un organero indígena de Tarapacá llamado Justo Gamero cobraba 70 pesos y 4 reales por la compostura del órgano, siendo asistido por un ayudante, también indígena, Tomás Quiquincha. El documento entrega algunos detalles:
Recivi del Señor Don Balentin de la Fuente
La cantidad de setenta pesos quatro rreales en la
Forma siguiente,
Por 50 pesos por mi trabajo de desarmar y componer
El órgano de esta Yglesia que con las Llubias se
Mojo y descompuso […]
3 pesos que le pague a Tomas Quiquincha por que
Me ayudose a esta compostura.58
El tipo de materiales utilizados hace pensar a un posible restauro de la caja del instrumento ya que se requirió alambre, carbón, cola y tachuelas, además de terciopelo para las teclas y otra tela para confeccionar un guardapolvo.59
Posteriormente, se realizaron otras dos intervenciones en Tarapacá: la primera en 1826, cuando el fabriquero Atanacio de Tinajas pagaba 833 pesos y un real para el restauro de dos instrumentos, uno situado en la Iglesia de Tarapacá y el otro en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario; en los documentos no aparece el nombre del autor de los arreglos, pero existe la posibilidad que sean artesanos o carpinteros autóctonos, tal como ha sido registrado en otras localidades:60
Por ochocientos treinta y tres pesos gastados en la composición delos dos orga-
Nos, uno dela Yglecia y otro dela capilla de Nuestra Señora del Rosario, deque
Rebajo doscientos quarenta y tres pesos un rreal que dieron de limosna para el
Dela Yglecia hay de cargo numero 19………………………………0589.7.61
Los documentos de 1826 no arrojan más detalles sobre las características de estos dos instrumentos, uno en la iglesia y el otro en la Capilla del Rosario. Sin embargo, en 1834, por la cantidad de 600 pesos, el organero del pueblo de Tarapacá, Melchor Zegarra arreglaba y mejoraba los mismos instrumentos junto a otros maestros:
Por 88 pesos satisfechos al carpintero Pedro Caruncho por un fuelle de abanico, compostura de otro, guarda polbo a ambos dos órganos como consta de su recibo……………088.0 por 600 pesos oblados al maestro organista Melchor Zegarra por el arreglo compostura, y agregado de mistos, trompas y contras que no tenia octubre 8 de 834………………600.0 según parece suman los gastos echos en los dos órganos ochocientos treinta y tres pesos. Tarapaca y Octubre 8 de 1834=Atanasio de Tinaxas62
En esa misma ocasión, se pagaron «por 64 lenguetas para las cornetas que pague a Jose Mariano Aguirre platero a real cada una…8,0».63
Las mejoras realizadas en 1834 ofrecen algunas informaciones de relieve: se incorporaron los caños de «mistos, trompas y contras que no tenia»;64
Melchor Zegarra lo encontramos nuevamente mencionado dos años después, en 1836, en ocasión del inventario realizado en la iglesia de Santo Tomás de Camiña, como constructor de un órgano «de primera».67
En cuanto al carpintero Pedro Caruncho, este vivía en el anexo de los Pozos de la Tirana, estuvo casado con Teresa y tuvo un hijo llamado Juan Baptista, que fue bautizado el año de 1846:
Año del señor de mil ochocientos cuarenta y seis a
Cuatro de junio. Yo el cura encargado baptise puse oleo y
crisma a una criatura del dia anterior, y le puse por nombre
juan baptista hijo legitimo de Pedro Caruncho, y Teresa
fue su padrino D. Pablo Capetillo por su servicio D. Salva-
dor y le adverti la obligacion y parentesco lo certifico
Rafael Garcia69
Finalmente, el platero José Manuel Aguirre, oriundo de Tarapacá, fue registrado en un censo de 1841 como cholo casado de 30 años, trabajador del salitre y residente en el pueblo de Tarapacá.70
En cuanto al órgano de Huantajaya, restaurado en 1820, el organero y su ayudante Benito viajaron en mula desde Pica para trabajar día y noche, de hecho, se gastaron 17 reales en velas «para alumbrarse de noche»71
Otro organero documentado, esta vez por la presencia de firmas en el mueble y secreto del instrumento, fue Daniel Palma que, en 1884, intervino el instrumento que se encuentra actualmente en las bodegas de la iglesia de Mamiña.73
2.4. Breve descripción de los órganos y restos conservados en los templos
⌅Los instrumentos o restos que actualmente se conservan pueden resultar más significativos en cuanto a la definición de las características de los órganos. El instrumento conservado en el templo precordillerano de Mamiña, e inventariado en 1861, fue objeto de una restauración en 1884 a mano del organero Daniel Palma, del cual no tenemos mayores antecedentes. Este artesano seguramente cambió algunos caños, del momento que se observan aleaciones y soldaduras diferentes entre sí; tapó algunas hileras en el secreto, realizó los caños de los tambores, arregló los fuelles y construyó un mueble nuevo.76
Este instrumento es un órgano de 6/7 palmos, con teclado partido de octava corta y 42 teclas de madera, además de dos fuelles de cuña para el suministro del aire. Es un instrumento de apariencia sencilla y sobria; el mueble no está acabado y deja al descubierto la firma del magister Daniel Palma; mide alrededor de 3 metros; es un órgano encastillado con caños de latón y de estaño y plomo, con un discreto porcentaje de este último material; consta de tres registros, todos principales, Flautados, cuyas palancas se encuentran en los costados del mueble; conserva restos de haber poseído algún tipo de registro de pueblo, posiblemente Pajarillas y, en el retro del instrumento, son visibles los grandes caños del registro de Tambores; los dos fuelles miden 156 cm x 52 cm (Figuras 4, 5 y 6).
El órgano ubicado en la iglesia del poblado altiplánico de Cariquima presenta todavía las características del blockwerk; se trata en este caso de un instrumento pequeño que mide alrededor de 190 cm. de alto por un metro de ancho; está construido sobre una base de flautado de 3 o 3 y 1/2 palmos tapados y no cuenta con registros; posee un teclado de 49 puntos, de C1 a C5, sin octava corta y dos fuelles muy pequeños (Figuras 7 y 8).
Uno de los instrumentos de Belén se encontraba completamente desmontado al empezar el restauro. Según nos informa el organero Valdebenito, se hallaron solamente 60 caños y en muy mal estado y 15 de las 41 teclas; aun así, se pudo establecer que el instrumento contaba con cuatro registros; su base es un bourdon de 6 ½ tapado; no presenta registros de pueblo y su fabricación se remontaría al siglo XVIII.77
3. CONCLUSIONES
⌅De los órganos inventariados en las antiguas doctrinas del desierto de Atacama en el extremo norte chileno podemos recabar algunas informaciones: la primera concierne la ubicación de éstos al interior de los templos, donde se observa que la posición en el coro alto, al pie de la iglesia, parece ser la constante y en sintonía con otras regiones altiplánicas. Se recuerda que, en España, esta ubicación espacial fue la más común durante el período del renacimiento-barroco en las iglesias parroquiales, conventos y monasterios, mientras que, en el mismo período y en las iglesias más importantes, el coro se encuentra en el centro de la nave mayor.78
Sin embargo, en los documentos analizados se constatan algunas excepciones: recordamos, por ejemplo, que, en 1808, el órgano de la iglesia de Sotoca estaba debajo de un coro inconcluso; así como el órgano de Sibaya, inventariado en 1865, no se encontraba en el coro, ya que de éste quedaban solamente los pilares y arcos. Pero, es evidente que en ambos casos se tratara de ubicaciones provisorias, dadas las malas condiciones en que versaban los coros.
El órgano localizado en el templo de Arica, a mitad del siglo XVIII, se hallaba en proximidad de la pila bautismal. Sin embargo, un siglo después (1853), el órgano es anotado en la misma línea de la descripción del coro, al cual se le había substituido la escalera, lo que deja entender que el instrumento estaba, por aquel entonces, en ese espacio. En cuanto a los dos órganos de Belén, es posible que la Capilla del Milagro, dadas las dimensiones reducidas, no contara con un coro y que el instrumento se posicionara en una de las paredes laterales.
La segunda observación tiene que ver con la presencia de dos órganos en uso en el mismo templo. Esta situación está documentada solamente en Tarapacá (Registro de gastos de 1834) que era cabeza de curato y sede de la iglesia más importante de la región. En cuanto a los instrumentos de Belén (1850) y de Camiña (1836) en el primer caso, se trata de instrumentos ubicados en dos diferentes recintos sagrados, iglesia y capilla; y en el segundo, parece tratarse de la coexistencia de órganos en uso con restos de instrumentos más antiguos e inutilizados. Es interesante observar que la ausencia de un segundo órgano es compensada, en muchos templos, por la presencia de arpas que, posiblemente, se alternaban con el órgano en el acompañamiento de la liturgia y en la enseñanza de la doctrina, de hecho, los inventarios indican que ambos instrumentos compartían el mismo espacio.79
En cuanto a las características de los instrumentos, las fuentes documentales y los restos encontrados arrojan que se trataba, en su mayoría, de órganos de dimensiones de 6/7 pies, si bien no faltaron instrumentos más pequeños, tipo realejo como el de Parinacota, o con las características de los blockwerk medievales, como es el caso del órgano de Cariquima. Con respecto del instrumento de Mamiña, este parece ser un buen ejemplo de la llamada organería andina, que recordamos, reúne las características del órgano renacentista español: un instrumento de 6/7 palmos, teclado partido de 42 teclas y con octava corta, algunos registros de Flautado, Tambores y registros de pueblo y finalmente, una alta presencia de plomo en la aleación de los tubos. A su vez, observamos que, en 1834, la iglesia de Tarapacá adaptó el órgano agregando la trompetería «que no tenía» —o sea, contaba con el solo registro de Flautado— y que, en 1820, el órgano de Huantajaya poseía estas mismas características. Este hecho sería en sintonía con un nuevo empuje económico debido al desarrollo de la industria salitrera en la región, lo que pudo haber motivado, entre las familias adineradas, el deseo de contar con un instrumento más lujoso y «moderno» para acompañar la liturgia y embellecer al templo principal de Tarapacá y la iglesia del poblado minero de Huantajaya.
Finalmente, los datos de archivos nos permiten formular una hipotética línea temporal de la presencia de estos instrumentos en las iglesias del norte chileno. En el templo de Arica —que era el puerto vinculado a la actividad minera de Potosí y se erguía como curato rectoral— el órgano se instaló ya a comienzo del siglo XVIII, mientras que en las doctrinas el uso de este instrumento se difunde principalmente a mitad de siglo; de hecho, los inventarios anteriores a esta fecha consignan solamente la existencia de arpas. También se observa una mayor concentración de órganos en los pueblos de la región de Tarapacá, especialmente en la quebrada del mismo nombre, lo que es coherente con el desarrollo de las oficinas salitreras durante el siglo XIX. Después de 1884, con la instalación de la administración chilena en el territorio, se asiste a un paulatino abandono del órgano a favor del más moderno y económico armonio.
En este escenario, destaca el rol de los comuneros indígenas que se desempeñaban como músicos, además de artesanos o carpinteros para la restauración y/o mantención de los órganos; actividades que, dada la complejidad constructiva del instrumento, permiten apreciar el conocimiento y manejo musical que los organeros o luriris andinos difundían y articulaban en los alejados templos del desierto atacameño.